“Rabino Eliahu Birnbaum”
Un hombre vivo, aunque sea el hombre más simple, el más vulgar, el más malvado o aún delincuente, no puede transmitir impureza ritual (Tumá).
En cambio, el hombre muerto, aunque haya sido el hombre más justo o el más santo o el más puro, dado que su alma ha sido tomada de él, transmite impureza ritual.
De este modo, a través de las leyes concernientes a la pureza ritual, la Torá nos brinda una muestra más del valor de la vida. En el momento en que la vida se interrumpe, el daño es enorme y la herida irreparable: el hombre se convierte en un cuerpo que contamina.
¿Cómo podemos explicar la impureza que se produce por el contacto entre un hombre vivo y un hombre muerto?
La muerte es el fin natural e inevitable, que nos espera pacientemente al final del camino. Sin embargo, el hombre no vive generalmente con la conciencia permanente acerca de la muerte, ni la sombra de ésta.
El hombre es un ser dinámico que vive y cree en sí mismo, en su propia fuerza y en su propia vida. Sin embargo, el encuentro con la muerte concreta puede hacer tambalear esta actitud del hombre. El peso de la realidad de la muerte puede ser más fuerte que el de la conciencia acerca de su existencia.
La visión sorprendente del hombre que hasta hace pocos instantes estaba con vida, respiraba y sentía, y que repentinamente deja de respirar, puede sacudir al hombre y estremecerlo con el pensamiento de que "el hombre no vale nada", "que no vale la pena esforzarse", "para qué luchar". Este encuentro con la muerte provoca un sentimiento de pesimismo, que puede conducir a pensamientos individuales y sociales perjudiciales, y por ende se produce la "contaminación".
El sistema de impureza ritual es un medio de defensa del espíritu del hombre ante la muerte. Todo contacto con la muerte contamina, para permitir la vuelta al equilibrio, al pensamiento adecuado, para liberarse de la "filosofía del cementerio", y pudiendo entonces volver a tener fe en el valor de su alma y de su vida.
El judaísmo no se relaciona con la muerte como un problema de higiene o limpieza. El velatorio y entierro de los muertos se prolongaba durante muchos días en el mundo antiguo. También hoy se acostumbra a honrar al muerto no llevando a cabo el entierro en forma inmediata, haciéndole permanecer entre los vivos mientras sea posible.
Para el judaísmo sin embargo, cuanto menor sea el tiempo que transcurre entre la muerte y el entierro, es mejor. El judaísmo considera que la vida y la muerte son fenómenos reales, pero trata de llevar al hombre al equilibrio adecuado entre ambos elementos, por lo cual se hace necesario diferenciar con la mayor celeridad posible entre los vivos y los muertos.
Es posible señalar otra profunda diferencia entre la vida y la muerte. En el momento de su muerte, el hombre ve a la vida como una serie de momentos pasajeros, y a la muerte como el fenómeno permanente. El judaísmo nos enseña lo contrario: la vida es permanente y firme, mientras que la muerte es algo pasajero y temporal.
Mientras vive, el hombre debe enfrentarse a la relación entre lo temporal y lo permanente. La muerte enfrenta al hombre con el conflicto entre la temporalidad y la permanencia. En esta relación radica el secreto de la existencia. La vida del hombre se caracteriza por la búsqueda de algo duradero, algo que permanezca a lo largo de todos los cambios y transiciones. En ello consiste la búsqueda del sentido de la existencia humana, el hombre busca la existencia metafísica más allá de la mera existencia física.
Desde el punto de vista físico, el hombre depende de las leyes del espacio y del tiempo. A nivel metafísico el hombre puede superarlas.
Esto explica la necesidad de la cultura, de la fe, de algo que le conceda al hombre un sentido de permanencia en el mundo.
La muerte es un fenómeno físico que tiene lugar en la dimensión del espacio. El sentido es un hecho metafísico que existe en la dimensión del tiempo. En forma paradójica, el hombre puede "vencer" a la muerte en la dimensión del espacio, en cuanto exista en el mundo del sentido, en la dimensión del tiempo, y la muerte es percibida como temporal y secundaria en relación a la continuidad y la permanencia de la vida espiritual en el mundo del sentido.
El judaísmo santifica a la vida y ve en ella una característica verdaderamente humana. El hombre santifica su vida mediante la constante búsqueda de sentido a su existencia.
LUZ INTERIOR AMONRA UNA LUZ EN VUESTRO CAMINO.
FELILUXOR FE Y FELICIDAD EN LA LUZ DE ORO A MIS PADRES Y HERMANOS QUE ESTÁN EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA.
POR UNA ALIANZA FORTALECIDA EN LA CONSERVACIÓN A LO QUE NUESTRO PADRE DE LOS MUNDOS NOS HA DADO COMO HERENCIA KARMICA TRABAJANDO EN COMUNIDAD POR LA CONTINUIDAD DE LA VIDA.
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Desde Chile al mundo.
Para él despertar vuestro templo interior, en bien de la vida y la humanidad.
Feliluxor
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